AMRITSAR

Amritsar, la ciudad santa del sijismo

Desde hace años tenía la ciudad de Amritsar en mi cabeza, no me preguntéis por qué. Quería visitar el Templo Dorado. Por eso fui especialmente insistente en venir aquí, pese a la paliza que supuso bajar desde Srinagar por carretera hasta Jammu y posteriormente hasta Amritsar en tren.

En Jammu pasamos una noche, descansando sobre todo, y no le encontramos mucho que destacar (cierto es que tampoco le dimos muchas oportunidades) salvo un interesante templo hindú en el centro de la ciudad, plagado de multitud de pequeñas imágenes de dioses de muchos brazos y muchas cabezas; se agradecía volver a ver el colorismo de los templos hindús, sobre todo después de los días pasados rodeados del sobrio islamismo cachemir.

Como decía, llegamos a Amritsar en tren desde Jammu, y nos alojamos en un gran caserón llamado «Tourist Guesthouse», bastante cercano a la estación, después del correspondiente tira y afloja por el precio y ubicación de las habitaciones, cosa necesaria en cualquier punto del país.

La visita al Templo Dorado no me decepcionó, todo lo contrario, me fascinó. Amritsar y el Templo Dorado son el lugar más sagrado para los Sij (o Sikh), la cuarta religión de la India por número de seguidores tras el hinduísmo, islamismo y cristianismo. Se supone que todo sij debe peregrinar al menos una vez en la vida al Templo Dorado. Y te lo crees cuando ves la marea humana que invade el enorme recinto que ocupa el templo. Como en el resto de sitios de la India, he sido sometido al minucioso escrutinio y allá por donde iba todos los sijs me miraban como anonadados y sin ningún tipo de disimulo, además de haberme hecho varias docenas de fotos… nunca entenderé el por qué.

El templo central, Amritsar

El recinto del Templo Dorado, Amritsar

Integrándome, Amritsar

Después de la visita al Templo Dorado fuimos a un curioso evento: el cierre de la frontera indio-pakistaní, a escasos kilómetros de Amritsar. Es algo digno de verse, y por todo el espectáculo que lo rodea me resultó más parecido a una final de la Superbowl que a una ceremonia seria. Se realiza todos los días al atardecer y es gratuito. De hecho, los turistas extranjeros tienen un palco exclusivo para ellos, sin tener que soportar el aglutinamiento de los cientos de turistas indios. En el lado pakistaní las gradas, además de ser más pequeñas, no presentaban el aspecto de masificación que se veía en nuestro lado.

El graderío indio en el cierre de la frontera, Amritsar

Al fondo, el graderío pakistaní. Amritsar

Y por la noche el Meta y yo decidimos ir a dormir al Templo Dorado, junto con todos los peregrinos. Aceptan a cualquier persona de cualquier religión dentro de su recinto para pasar la noche, y también ofrecen comida gratuita a cualquiera que la pida. Siempre aceptando donativos voluntarios, por supuesto. Fue una gran experiencia pasar allí la noche, sobre el duro suelo de marmol, y entrar a ver la ceremonia del cierre del Libro Sagrado en el templo central, portando entre los feligreses un gran palanquín de plata con todo el fervor de la muchedumbre luchando por acercarse… se respira la fe dentro del Templo. Lo malo, que a las 4:00 de la mañana debe levantarse todo el mundo para las oraciones, con sijs encargados para tal propósito, ya que van despertando uno a uno a los durmientes.

Como decía, no me arrepiento en absoluto de visitar Amritsar, de hecho ha sido uno de los sitios que más me han gustado de este viaje, un pequeño acercamiento a la religión y la cultura sij. Y desde aquí nos dirigimos a la penúltima etapa de esta travesía: Varanasi, o Benarés, en castellano.

De turbantes va la cosa, Amritsar

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