De Río a Saô Paulo, pasando por Ouro Preto

En Río dejé la historia y en Río la retomo.

Nueve días pasé en Río, todo el tiempo en un albergue en el que había un excelente ambiente y donde conocí multitud de gente. La verdad es que el clima no acompanhó en todo ese tiempo, pero ni la ausencia de sol ni la lluvia desmerecen para nada una ciudad como Río. De hecho, hablando de grandes ciudades, creo que hasta ahora en este viaje es la más bonita que he visto; su orografía y su variedad hacen de ella una ciudad única y original, e incluso quizás me haya gustado más ahora que la primera vez que vine, también posiblemente porque la he conocido más a fondo.

Y qué se puede hacer en Río? Pues hablaré de lo que he hecho yo, y es que puedes por ejemplo disfrutar de las espectaculares vistas de la ciudad desde el Cristo Redentor y el Paô de Açucar, visitar el centro histórico y la catedral, subir a Santa Teresa en el pequenho tranvía ‘Bondinho’, pasear por las playas de Copacabana, Ipanema o Leblon, disfrutar la noche de Botafogo, Ipanema o Lapa (sobre todo éste último, uno de mis barrios preferidos con sus antiguas casas desvencijadas, tiene una noche excelente), ir a ver jugar al Flamengo en el mítico Maracaná o disfrutar y bailotear de un ensayo de Carnaval una noche en el Sambódromo. Cómo se puede ver, la ciudad da bastante de sí, aunque también hay que andarse con ojo y saber por dónde y cuándo se anda ya que no es una ciudad exenta de peligro.

En el albergue en el que me alojaba conocí a Mathieu, un francés con el que congenié muy rapidamente; dos días después nos fuimos al interior, al estado de Minas Gerais, donde pasamos 3 días visitando el pueblo colonial de Ouro Preto -con empedradas calles, bonitas casas, infernales cuestas e incontables iglesias- y también Mariana, un pueblo de aspecto similar pero menos turístico. En el camino entre ambos pueblos visitamos una antigua mina de oro, ya cerrada. Lo pasamos bien durante esos días y quizás más adelante nos volvamos a reunir en algún lugar de este continente, nunca se sabe…

Mathieu volvió a Río de Janeiro y yo he venido a pasar un par de días a Saô Paulo, donde tenía que recoger dos tarjetas de crédito (esta vez se me habían estropeado, maldita humedad) y aproveché para visitar a unas amigas que conocí en Buenos Aires. La verdad es que sigo sin terminar de encontrarle la belleza a esta descomunal ciudad, pero sí es cierto que lo bien que me han tratado tanto ellas como sus familias y el estar con gente local hacen que vea Saô Paulo con ojos diferentes que si viniera sólo. Además, anteanoche me llevaron al que posiblemente sea el mejor pub de los que he visto hasta la fecha este viaje, un club llamado Sarajevo, con música en vivo y muy bien ambiente. Ciertamente se han portado excelente conmigo.

Y para acabar, manhana por la noche salgo ya hacia Campo Grande, en pleno Pantanal, situado al oeste de Brasil. No se si podré ver gran cosa porque he oído que es temporada de lluvias en la zona y puede que esté inundado, pero de todos modos es mi puerta de salida hacia mi próximo destino, y es que he decidido proseguir mi viaje por Bolivia. Para ello deberé pasar 15 horas en el mítico ‘tren de la muerte’ que une la frontera bolivobrasileira con la ciudad Boliviana de Santa Cruz, pero al fin y al cabo… también es parte de la gracia, no?

La aventura sigue, y de hecho creo que se pondrá bastante interesante!

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