DÍA 10 – Heraklion y Atenas


“”Día de tránsito, cómputo y/o reflexión””

Abro un ojo. Tengo la cabeza dolorida. Miro a mi alrededor, una luz intensa entra por el ventanal de nuestra habitación, para 8 personas, y veo 6 camas totalmente hechas y limpias y a una señora barriendo la habitación. Durán parece ser el escombro encima de la cama que falta. Cierro el ojo.

No se cuánto tiempo ha pasado, pero noto algo y abro ambos ojos: tengo delante de mí al dueño del albergue, mirándome con una cara mezcla de repulsa y pena, nos está diciendo que nos tenemos que ir, el check out ya se ha pasado hace alguna hora…
Recogemos con el constante zumbido de las tuneladoras de Gallardón en la cabeza y subimos a desayunar unos huevos fritos que nos suben un poco la barra de vida, el dueño del hostel es comprensivo, dice que nos ha escuchado llegar a las 7 de la mañana; la botella de 1’5 l de agua nos dura 10 minutos.
Nos despedimos amablemente de él y bajamos a recoger la ropa que dejamos ayer en la lavandería, único lavado considerable de los 22 días de viaje. El resto fueron todo pequeños escarceos con la pila, el jabón de lagarto y algunas prendas, a medida que iba transcurriendo el viaje.

Hoy había que irse de Creta, teníamos comprado desde hacía unos días unos billetes de avión por unos 50 euros –nuestra traumática experiencia en las islas con los billetes de ferry agotados nos hizo despabilar- y por la tarde teníamos el vuelo HeraklionAtenas. Nuestra intención era, nada más aterrizar en Atenas, intentar llegar lo más rápido posible a la estación de buses desde la que salía el último autobús a Delfos, para hacer noche allí. Era tarea arriesgada, ya que teníamos el tiempo justísimo, pero lo íbamos a intentar.

Comenzamos a caminar con el calor, las mochilas y la resaca, por las calles de Heraklion
Heraklion tampoco tiene tanto, eh…
Sí, además ya la vimos ayer, por la noche…
Es domingo, va a estar todo cerrado…
Buff, pues así imposible…
Un pequeño descanso?

Directamente dirigimos nuestros pasos al parque central de la ciudad y nos despanzurramos en el césped, rodeados de un sinfín de terrazas de bares atiborradas de Cretenses de buen hacer que están de domingo, y al cabo de unos instantes tiradísimos en el parque se acerca un policía y nos dice que está prohibido dormir, pero que si estamos sólo de relax sí se puede… “Por supuesto, por supuesto, señor agente, nada de dormir, sólo relax”…
Una horaza de siesta después nos levantamos algo mejor –pero sin milagros- y nos vamos a conectarnos a internet una horita.

Después nos comemos unos kebab con su grasiento pan, lo que no sé si nos ayudó o nos hundió, y fuimos al aeropuerto, donde tuvimos que esperar bastante más de lo que nos gustaría por retrasos importantes en el vuelo. Finalmente el avión salía a las 19:00, y el último bus a Delfos desde Atenas a las 20:00… si corríamos mucho mucho mucho… no llegábamos. Idea descartada.

A las 21:00 ya estábamos de nuevo en la ateniense plaza de Omonia, buscando albergue para esa noche, lo más barato posible, por favor. Probamos en uno, 16€ en una habitación para 14 personas. Fuimos a otro pero era más caro; su dueño era un cachondo que nos dijo “ya volveréis, ya…”, pero finalmente acabamos en el primero.

– Uffff, qué hora es?
– Qué pronto, no?
– mmm…. pues… es sábado….
– mmmm…. nos damos una vuelta??
– Bah, si es que estamos hechos puré…
– veeeenga, vale, una vuelta pero pequeñita, eh!
– Sí, sí, pequeñita! Que nos conocemos!

Y otra vez que acabamos en Exarhia… Cenamos supersano -pizza y hamburguesa- en nuestra querida plaza de los yonkis, y estuvimos echando alguna cerveza y luego algún cubata en la terraza de un garito bastante decente, en el que había una camarera majísima que hablaba español.
Pero ya es tarde (1:30), estamos rotos, no hacemos más que beber alcohol en todo el viaje y al día siguiente tenemos que coger el bus de las 7:30 a Delfos y no sabemos ni donde está la estación de buses (la Terminal B)… así que decidimos que ya está bien y emprendemos la retirada, con el gran desatino de que, en nuestra eterna e inagotable estupidez, en vez de aparecer en la puerta de nuestro albergue aparecemos en la del otro que fuimos primero, el del tipo que nos dijo aquello de “ya volveréis…” Fue impagable la escena del hombre sacudiendo la cabeza con resignación al vernos en su puerta a esas horas mientras nosotros moríamos descojonados de la risa por lo idiotas que somos…
Total, que llegamos a nuestro albergue y aún nos tomamos una última birra en el bar, no se ni cómo ni por qué, para acostarnos a las 2:30… que día más productivo…

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