DÍA 9 – Creta (Samaria y Heraklion)


”Haciendo el Cretino en Creta”

A las 6:30 nos suena el despertador y nos desperezamos en nuestro fabuloso coche, poniéndonos en pie dispuestos a afrontar una dura jornada, y desde luego que lo iba a ser; eso sí, nos levantamos con un dolor de espalda del quince. Oye, a la próxima nos alquilamos un ferry, que se duerme mejor y con mucho. Desde luego ya sé que coche no me compraré nunca: un Skoda Fabia: te deja la espalda hecha un cromo de los de Panini, si lo que quieres es dormir en él.

Nos tomamos un café y un bollo a medias en el único bar en kilómetros a la redonda, que también comienza a amanecer y desperezarse poco a poco, como nosotros, y hacemos algo de tiempo hasta que abren el parque natural de Samaria a las 7:30. Pase lo que pase tenemos que superar las adversidades y estar de vuelta antes de las 11:00. Es una miseria porque el parque tiene pinta de merecer mucho la pena y no nos da tiempo a recorrerlo entero ni a disfrutarlo como se merece… hay que regresar a Hania a devolver el coche si no queremos que nos cobren un día más y además tenemos que coger un autobús de vuelta a Heraklion desde Hania, ya tenemos el billete de vuelta comprado.

Comenzamos a un ritmo trepidante el descenso del primer tramo, que consta de un sinfín de rudimentarias escaleras, por llamarlas de algún modo, pues no eran más que las cuestas que bajaban las laderas de los montes, sobre las que se habían colocado algunas piedras y maderas para facilitar el paso. Y aunque no hemos entrado los primeros al parque en pocos minutos lo somos, ya que andamos a un ritmo muy alto.
En la primera parte, la del descenso más pronunciado, hay multitud de rejillas hacia el lado de la ladera por un alto riesgo de desprendimiento, incluso atravesamos algunos tramos en los que pasamos por debajo de un “tunel” hecho a base de rejillas metálicas anti-muerte por derrumbe, aunque daba más la impresión de estar en un zoo por dentro.
Después de una hora y media caminando, la mayor parte cuesta abajo, y con menos de la mitad del parque recorrido, decidimos fatídicamente que tenemos que volver; hemos hecho 5 de sus 13 kilómetros y lo peor, no hemos llegado al tramo impresionante de verdad, un cortado de unos 500 metros de altura y 3 de anchura que es el que sale en todas las fotos… nos tendremos que conformar con la postal…

La vuelta se hace más dura, es cuesta arriba y es desandar camino. Además a Durán comienza a darle problemas su rodilla, lo que hace un poco más agónica la subida, incluso hay tramos en los que nos tenemos que parar a recobrar el aliento porque tenemos prisa y el ritmo sigue siendo alto. Tardamos en desandar los 5 km unas 2 horas, media hora más que de bajada, y a las 11:00, tras 3 horas y media de caminata, nos hemos hecho 10 km de subidas y bajadas y estamos nuevamente en el coche.

Emprendemos camino de vuelta hacia Hania, teníamos que estar a eso de las 12:00 así que conduzco rapidito… ideal para mareos en los tramos de curvas… Durante el camino paramos a un abuelo que surgió en mitad de la nada agitando sus brazos al viento, pidiéndonos que le lleváramos (en griego, claro). Le montamos y le llevamos varios kilómetros, el abuelote creo que iba un pelín asustado… de repente me dice por señas que pare y le dejamos otra vez en mitad de la nada, pero 5 km más adelante… surgió de la nada y en la nada se quedó, en fin… nosotros hemos cumplido nuestra buena acción del día. Eso sí, cuando se iba nos murmuraba unas palabras en griego de las que tradujimos libremente “ay, como os pille la policía…”.

Dejamos el coche a las 12 y algo y salimos corriendo a coger el bus de las 12:30 a Heraklion. Tenemos la firme intención de patearnos las ruinas de Knossos al llegar… somos jóvenes y con fuerzas!
Y en efecto, nada más llegar, a las 15:30, cogemos un bus que nos deja en Knossos –está a las afueras de la capital-, dejamos las mochilacas en la entrada y pagamos sólo un ticket por entrar (5€) gracias al carnet joven prestado.
Knossos está totalmente reconstruido, al parecer a criterio e interpretación del investigador que lo descubrió y dedicó 25 años de su vida a ello: Sir Arthur John Evans. Su rasgo más característico son sus columnas pintadas, bastante llamativas.
Knossos, El mítico palacio del rey Minos y origen de la leyenda del Minotauro, está muy reconstruido, edificado en diversos niveles y con un plano detallado de todas sus estancias, pero al parecer no se sabe cuanto de rigor hay en su reconstrucción y ciertas partes del palacio son fruto de la interpretación personal de Evans. A mi me pareció un poco excesivo, desde luego, pero también es cierto que nunca he estado a favor de las reconstrucciones… En este caso lo que debía haber previamente era tan sólo un amasijo de piedras.
Por lo menos la visita nos vino muy bien para aprender más sobre la enigmática cultura minoica.

Regresamos a la capital, Heraklion, dispuestos a buscar albergue, y dejándonos llevar por nuestra guía vamos al más barato, Hellas Guest Rooms, 11€ por cabeza y muy bien invertidos, palabra.
Nos damos unas merecidas duchas –la paliza del día ha sido más que considerable- y lavamos algo de ropa en una lavandería que hay en la calle; después nos quedamos un rato en el bar de la azotea del hostel (la recepción también estaba en la azotea) donde cenamos y nos pedimos vino, cocacola y hielos para hacer unos fabulosos calimotxos improvisados por unos 3,5€ el litro, tan buenos estaban que nos tomamos dos.

Después del rato “azotea” nos bajamos a tomar algo a los bares de la ciudad, ya que aunque estamos cansados será la única noche que pasemos en la capital Cretense, y nosotros somos muy de aprovechar.
Comenzamos en la terraza del bar justo de debajo del albergue tomando ouzos y echando un ajedrez con buena música y pronto vemos al fondo de la calle unos chavales con malabares, aros, mazas, monociclo, diábolos… perfecto, vamos para allá y entablamos relación rápido, son muy majetes y nos tiramos algunas horas bebiendo, intercambiando trucos de diábolo, etc, etc. La noche se nos va complicando por momentos y después los chavales nos llevan a un garito llamado Guernica, cada vez lo vamos viendo todo menos claro… nos movemos a otro de rock y poco a poco vamos perdiendo el norte… en fin, que acabamos pasando otra de esas noches memorables del viaje, con “regalo” incluido del Duran rociado cual aspersor sobre mí en el último bar (intentó poner la mano, pero sin éxito) tras varios chupitos antes de que cerraran, ante la atónita mirada del camarero (del que también nos hicimos colegas, por lo menos hasta ese momento)… no sé lo reventados que acabaríamos durante el día, pero la noche la quemamos y bien, las 6:30 o 7:00 de la mañana nos dieron.
Eso sí, la resaca del día siguiente también se prometía memorable, nos quedaban unas 3 horas para el check out del hostel.

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