La joya Inca

Es uno de esos sitios mágicos del planeta, Machu Pichu, una de las 7 nuevas Maravillas del Mundo, y se merecía un capítulo aparte junto con Cuzco, por supuesto, que es para mí una de las mejores ciudades de todo el continente. La ciudad posee títulos como el de «Capital histórica de Latinoámerica» o «Capital arqueológica de Ámerica», y tiene sencillamente un magnetismo especial, a pesar de la inmensa marea de turistas y vendedores que la inundan, o quizás gracias a ella… Sus calles, su plaza de Armas, el escalonado barrio de San Blas (donde me he alojado durante 1 semana), sus innumerables bares con músicos que amenizan cada noche de la semana, su espíritu bohemio… Cuzco me encanta, me quedaría en ella más tiempo pero esto es así, hay que seguir.

Vine con mi hermano y Elena, también con el grupo de catalanes que conocí en mi etapa final boliviana, complicado separarnos, me encontraba demasiado cómodo con ellos. Desde Cuzco fuimos al valle Sagrado, para ver la herencia Inca, y después por supuesto a Machu Pichu, la joya del imperio. El único medio «mecanizado» de llegar hasta Aguas Calientes -el pueblo a los pies de Machu Pichu- es el tren, no hay carreteras. Por supuesto esto genera un monopolio que difícilmente justifica el desorbitado precio por llegar directamente desde Cuzco, es prohibitivo. Así que buscamos una opción económica: alquilamos una furgoneta entre los 9 e hicimos las 7 horas de ruta alternativa para llegar hasta una pequeña presa hidroeléctrica, último punto accesible por carretera. Desde allí hay que caminar por las vías del tren las 2 horas que separan dicha hidroeléctrica del pueblo de Aguas Calientes, con unas vistas del todo espectaculares en todo el recorrido; pocos paisajes me pueden llamar tanto la atención como éste, pese a que la lluvia nos acompañó durante todo el trayecto.La fuerza con la que bajaba el río era brutal.

Y Machu Pichu. Quién no quiere conocer Machu Pichu? Ya lo había visitado hacía dos años con mi hermano pero a ninguno de los dos nos importaba repetir, más bien al contrario, cuando empecé este viaje sabía que iba a volver. Lo que es la ciudad secreta de los Incas se puede averiguar en internet, no lo voy a explicar. Ver cómo es se puede ver en las muchas fotos que he colgado. Pero para sentirla y disfrutarla, como tantos y tantos sitios, para empaparse de lo que es, hay que venir a visitarla, hay que venir y verla con tus propios ojos. No son sólo las ruinas: es la historia, el misterio que la envuelve, todo ese espectacular paisaje que la rodea… Es un sitio al que hay que venir, simplemente.

Y ya acabé mis días en Cuzco, desgraciadamente ya se marcharon mi hermano y Elena y yo me he quedado en total una semana en la ciudad, disfrutándola, feliz. Poco a poco el grupo de catalanes con el que estaba se ha ido disgregando también: Marc tuvo que regresar a España (acabó su viaje) y Oscar y Ana continuaron hacia adelante. Yo quería ir directamente a Lima (para hacer transbordo, desde luego no pretendo quedarme mucho) y la única opción decente sin morir en el intento ni pagar un dineral en avión era venir vía Nazca e Ica. Así que ahora estamos en Nazca, tras 15 horas de viaje, los 4 que quedamos del grupo: CJ (el neoyorquino), Laia, Anna y yo. Y mientras ellos 3 sobrevuelan ahora mismo las famosas «Líneas de Nazca», aquí un servidor escribe en internet porque ya las conocí hace dos años y, pese a que me gustaría repetir, no me quiero permitir el lujo de pagar el dinero que vale el sobrevuelo en avioneta de nuevo. Fuera de esta sala con ventiladores non-stop hace un calor sofocante, de nuevo vuelvo al sol que ha estado ausente desde que entré en Bolivia y Perú, Nazca está en pleno desierto y se nota, el altiplano queda atrás.

Y el próximo capítulo no sé desde dónde será, quiero llegar hasta Iquitos, en la selva amazónica, pero sólo se puede llegar en barco o en avión, me lo tengo que pensar… Para todo ello, desgraciadamente, hay que pasar por Lima, así que para allá iré de nuevo, un día de estos.

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