Último día en Beijing

Día 18 (Calero)

Otro día más en Beijing, un día más de lo planeado.
Ahora mismo deberíamos estar en el tren mas alto del planeta, rumbo al techo del mundo, rumbo al Tibet, pero la mezquindad de nuestra agencia hizo que tuviéramos que esperar y coger un avión.
Que no había billetes de tren disponibles hasta Noviembre, nos dicen.
Entonces… por qué cojones no lo sabemos hasta el día en que se supone que debíamos partir?
Por qué nos garantizaron el billete de tren cuando ninguna otra agencia lo había hecho? Desde luego olía muy mal…

Pese a esto todos sabemos que no hay mal que por bien no venga, así que aprovecharíamos para exprimir un poco más esa fascinante ciudad que es Pekín, y que, al menos a mí, me tenía totalmente sorprendido. No era esa ciudad milenaria y tradicional que yo esperaba. O digamos mejor que no era “sólo” esa ciudad milenaria y tradicional que esperaba, ya que compaginaba a la perfección los hutongs en los que parecía que el tiempo se había detenido siglos atrás con el desarrollo tecnológico y las infraestructuras de cualquier gran capital de nuestros días.

4 de nosotros (Regue, Raquel, Tere y yo) decidimos alquilar unas bicis ese día. Las alquilaban en el albergue, para todo el día, por 4 duros, y creímos que Pekín se merecía verla en bici, el vehículo por excelencia de sus habitantes. Quedamos con los otros 5 (mi hermano, Elena, Caravanserai, Illenca y Lyon) en las puertas del Templo del Cielo, el destino elegido para ver durante esa mañana.
La verdad es que fue todo un acierto lo de las bicis, Pekín no solo está perfectamente acondicionada para las bicis si no que además es la ciudad perfecta para ello. Es todo llano, sin cuestas, las enormes calles y avenidas tienen todas carril bici (algunos de ellos gigantescos) y es un verdadero gustazo pasear con la bici por la enorme ciudad y ver mil detalles.

El Templo del Cielo… bueno… digamos que no estaba mal. Visitable. Como bien dijo Caravan en el otro capítulo, una vez que has visto el Palacio de Verano todo parece quedarse pequeño. Y en última instancia y generalizando, era más de lo mismo.
Lo recorrimos durante alguna hora, comimos básicamente arroz blanco y albóndigas en uno de los puestos de comida de dentro y luego nos echamos un siestorro en un césped hasta que nos echaron unos seguratas (después de ser el foco de numerosas fotos por parte de los chinos, que horror!)

Cuando conseguimos ser personas de nuevo, ya por la tarde entre todo el caloruzo, nos pusimos nuevamente en marcha y fuimos a ver el “Jingshan Park”, justo al norte de la Ciudad Prohibida y desde donde, según nos dijeron, había unas vistas impresionantes de ésta y del resto de ciudad. Consistía en una especie de parque en cuyo centro había una colina de más de 40 metros de altura, construida artificialmente y que al parecer fue creada hace medio milenio con el material sobrante en la construcción de los canales y fosos del Palacio Imperial, todo ello llevado a mano y con animales (ya sabemos como se las gastan los chinos).

Fuimos, claro, unos en bici y otros en metro, y nos encontramos ya dentro, en lo alto de la colina, apreciando la descomunal ciudad desde un bonito mirador. Luego estuvimos haciendo el indio abajo jugando al recién comprado diábolo y a la indiaca con una china local (que llevaba una indiaca en el bolso!) y decidimos que iba siendo buena hora para volver hacia el albergue.

Hicimos una parada táctica en las puertas del palacio de Invierno y compramos cerveceo y algo de picotear y echamos un agradable rato allí sentados en un banco tranquilamente.

Por último regresamos al albergue, donde algunos nos quedamos despiertos con la birra hasta que llegó la hora de irnos, jugando a las cartas, haciendo el enfermo o simplemente rastreando la web en busca del nombre de una canción que nos atormentó por 3 dias en Mongolia y de la cual no conocíamos nada, solo la habíamos escuchado, hasta que finalmente dimos con ella: “Moskau”. Enorme.
Al fin llegó el taxi que nos llevaría al aeropuerto, creo recordar que a las 5:00, y algunos ya íbamos mamados de aguantar toda la noche despiertos. En el aeropuerto hicimos el decrépito (putos videos del Lyon y puto Lyon!) hasta que llegó nuestra hora de partir. Lhasa, allá vamos!

Todas las Fotos

 

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