PUSHKAR

Pushkar, santuario de peregrinaje en Rajastán

Llegamos en autobús a Pushkar desde Jaipur; no hay línea de tren que comunique estas dos ciudades todavía -lo más cercano es la vecina Ajmer– y ciertamente la experiencia del bus es tan buena como la del tren, cada una a su manera. En el tren se vive, se respira el ambiente indio… subiendo, bajando, sentados por doquier, cargados, paseando… en el bus, sin embargo, lo interesante está afuera, en lo que se ve a través de la ventanilla. La conducción en la India es un capítulo aparte, las reglas apenas existen, valga decir que yendo por la autovía de tres carriles nuestro conductor, habiéndose pasado un restaurante de carretera -lo que suponemos que era la parada «reglamentaria»-, decidió hacer un cambio de sentido allí mismo y regresar conduciendo en dirección contraria por en medio de la autovía durante quizás 400 o 500 metros sorteando los coches y camiones que venían de frente… me hizo recordar aquel viejo chiste del conductor suicida maño: «un conductor suicida?? Miles!!».

Pero estábamos con Pushkar… Fue descender del autobús y notar las diferencias con el resto de sitios recorridos hasta ahora. Con apenas 10.000 habitantes, este pequeño pueblo sagrado para los hinduistas sin apenas tráfico rodado se construyó en torno a un lago (también sagrado, claro) al que rodean 52 ghats. Para los que no sepan qué es un ghat, se trata de una escalinata que desciende hasta el lago o río en cuestión, con fines religiosos pero también cotidianos y prácticos. En Pushkar hay numerosos templos, pero sin duda el más importante es el templo a «Brahma«, del siglo XIV, uno de los pocos que existen en el mundo, y es un lugar de peregrinaje para los hindúes. De hecho, la propio Pushkar es uno de los cinco «Dhams» existentes, lugares de peregrinaje hindú. También fueron esparcidas en uno de sus ghats parte de las cenizas de Gandhi.

Calles de Pushkar

Casi solo en un ghat, Pushkar

Ghats de Pushkar

El ambiente en Pushkar es mucho más tranquilo que en las ciudades visitadas hasta ahora, y nos hemos encontrado realmente a gusto paseando por sus calles o entrando -siempre descalzos, por supuesto- en los ghats y templos; viendo la riada de peregrinos que inundan el pueblo mezclándose con los turistas; admirando su fanático fervor religioso dentro del templo de Brahma, agolpándose ansiosos por llegar hasta su imagen; sorteando los vendedores que pueblan ambos lados de la calle principal y que saltan a buscar con cualquier reclamo al turista; esquivando (o no) a los santones que pretenden purificar tus chakras a cambio de unas (no tan pocas) rupias o incluso euros, en función de cuántos ascendientes y descendientes quieras santificar; probando la oferta gastronómica de la multitud de restaurantes del pueblo, estrictamente vegetariano en su totalidad, eso sí; y también, por supuesto, disfrutando de la piscina del hotel en el que nos alojamos, el Navratan Palace, que por unas 500 rupias (8 euros) te daba una habitación doble y acceso a la piscina, rodeada de cómodos jardines con voraces y simpáticas tortugas.

Monos y templos, Pushkar

Pushkar desde el templo de Savitri

Esa pose, Pushkar

En definitiva gran sitio Pushkar, excelente para pasar unos días relajado, disfrutando de su ambiente, e incluso si alguna mañana te levantas con ganas puedes hacer como nosotros e ir a ver el amanecer al templo de Savitri, en lo alto de una colina a las afueras del pueblo, tras una caminata de unos 45 minutos. Eso sí, amanece poco después de las 5:00, madrugar es imprescindible, pero a cambio verás decenas y decenas de monos en el camino.
Si pretendes visitar Rajastán creo que debes dejarte caer por Pushkar unos días, verás como merece la pena.

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