“Los Motovoladores”
Nos ponemos en pie algo más tarde que de costumbre, la cama en la que he dormido era una auténtica bazofia: la típica cama supletoria a ras del suelo en la cual yo y mi 1,92 no cabíamos ni comprimiéndonos -tuve que dormir hecho una croqueta porque a los pies tenía un armario- y cada vez que intentaba moverme aunque fuera un poco los malditos muelles sonaban como la banda sonora de Psicosis, amén de clavármelos toditos, creo que esa noche soñé con fakires… Vamos, que hubiera dormido bastante mejor con el colchón tirado en el suelo, y mira que yo soy muy poco exquisito para dormir donde sea…
Decidimos cambiar de hostel esta noche, no porque no nos gustara éste en particular, pero queríamos probar suerte en otro sitio, quizás en el famoso Pink Palace (famoso por sus fiestas, vaya). De todos modos antes de irnos bajamos a la playa de Pelekas; se accedía a ella por unas escaleras desde el albergue, a escasos metros. Sin duda fue la mejor playa de todo el viaje: era de arena, el agua estaba impresionante y cristalina y el frondoso verdor de Corfú pintaba la escena como un magnífico cuadro.
Después conseguimos que el dueño del albergue nos acercase en su furgoneta a la capital, y aprovechamos para comprar los billetes de ferry hacia Bari para el día siguiente por la noche. Allí nos despedimos ya de Pablo, el chaval chileno.
No sabíamos dónde íbamos a dormir ni cómo movernos por la isla, pero después de pensarlo un rato se nos encendió una bombilla (y creo que esta vez sin cervezas de por medio!): la idea era dejar los mochilones en las consignas de la estación de ferrys para llevarnos sólo lo básico en las mochilas pequeñas, alquilarnos una moto, recorrer la isla los dos y buscar dónde dormir, ya que en ese momento no descartábamos nada, incluso una de las ideas que más peso tenían era dormir tirados en alguna playa. Ya volveríamos a por nuestras mochilas mañana por la noche, antes de montar en el ferry.
Comimos a base de pizza, alquilamos una moto por 20 euros y montados en ella salimos a recorrer la isla con un tercermundista mapa. La verdad es que era un auténtico lujazo recorrer los caminos de la verde Corfú con una moto de 49cc, aunque nos adelantara hasta el Papamovil. Son esos grandes momentos del viaje, al igual que el quad de Santorini, porque además hacia un calor brutal pero en moto se convertía en una agradable brisilla que venía de lujo.
Al final, tras muchas curvas, carreteras y tupida vegetación, llegamos al Pink Palace, un feo edificio rosa desde donde había unas vistas fantásticas de un pequeño valle que acababa en una enorme playa (Agios Gordios Beach).
Entramos a preguntar precios y nos pareció demasiado caro, además el ambiente era excesivamente guiri, estaba todo llenísimo de yankis, no es lo que estábamos buscando, así que nos vamos a otro lado… o eso creemos, ya que la moto no arranca, parece que se nos ha estropeado…
Perfecto, y no la tenemos ni 2 horas todavía… Llamamos al de la tienda de alquiler y mientras viene nos metemos al Pink Palace a tomarnos unas cuantas cañas (por aquello de hacer tiempo), al menos el bar tenía la cerveza barata.
El hombre que viene echa la moto a una pickup (y a nosotros también), y nos vamos a un garaje en el pueblo más cercano. Unos cuantos martillazos, unos tubos y todo arreglado, ni 15 minutos ha tardado.
Bajamos un rato a Agios Gordios Beach, con la moto para arriba y para abajo. Duran se pega un remojón en la playa, bonita pero bastante peor que la de Pelekas, y seguimos dándole uso a la moto encaminándonos hacia el sur de la isla atravesando varios pueblecitos sin turismo y zonas con la típica vegetación verde de Corfú. Fue un buen paseo.
Finalmente decidimos volver al Sunrock, nuestro albergue de la noche anterior, porque el Pink Palace no nos ha convencido ni lo más mínimo y estábamos algo necesitados de una ducha después de playas y sudadas, además mañana nos toca pasar la noche en un ferry y tampoco es plan ir oliendo a oso muerto todo el día.
Al llegar al Sunrock por segunda vez en el mismo día (ya tuvimos que volver nada más alquilar la moto porque habíamos olvidado los pasaportes la noche anterior) sólo les quedan habitaciones más caras que la noche anterior… pero menuda diferencia con la cama en la que había dormido!
Nos sirven una cena maravillosa a base de una ensalada y un goulash con arroz fantástico (tanto la cena como el desayuno iban incluidos en el precio, y los hacían en su mayoría con los alimentos que recogían de su huerta), y después estuvimos de cervezas y copas en el albergue hasta cerca de las 4:00 a.m. … Conocimos mogollón de gente esa noche -había muchísimas yankis, cada una de un estado- y la verdad es que lo pasamos de lujo, perfeccionando nuestro inglés con todo el mundo y riéndonos como siempre. Mejoró mucho nuestra impresión de ese albergue, la verdad, y es que nada como estar un par de días en un sitio para sacarle partido. Volvería a ese sitio si alguna vez regreso a Corfú.
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