Ya nos marchamos, se acabó la estancia en la capital, así que sólo me queda hacer un pequeño resumen de Wellington, y es una pena porque después de pasar aquí -en mi caso- dos meses y medio ya le habíamos cogido cariño a la ciudad.
Wellington, we will miss you!
Ya nos marchamos, se nos acaba la estancia en la capital de Nueva Zelanda, así que sólo me queda hacer un pequeño resumen de Wellington. Es una pena porque después de pasar aquí dos meses y medio o tres ya le habíamos cogido cariño a esta ciudad.
Pero todo tiene partes buenas, por supuesto. Una es que ahora es cuando se empieza a notar que se acerca el invierno, como dirían nosedonde. Los días son más oscuros y cortos, llueve más, la ciudad parece un poco más apagada… como en todas partes, la vida es más alegre en verano. Pero aquí parece especialmente caótico. Yo creo que hay un oscuro demiurgo de perverso corazón que cada día tira un dado para ver qué tiempo hará: 3 días llueve, 1 hace sol, 2 llueve, vuelve el sol, 5 llueve… y luego viento: sí, sí, sí, no, sí, sí, mucho, te caes, sí, no… Wellington la destrozaparaguas, la deberían llamar.
Otra parte buena, de hecho la más importante, es el motivo por el que nos vamos: ¡Comienza nuestro viaje! Sí, sé que suena un poco abusivo decirlo, pero es cierto!
Carol y yo hemos alquilado un coche y a partir del lunes estaremos unos días viendo los entresijos de la isla norte de Nueva Zelanda hasta llegar a Auckland. Después de Auckland tiramos la casa por la ventana y nos vamos a Cook Islands! Por último seguiremos dos semanas más en la isla sur de Nueva Zelanda, con una estupenda campervan (furgoneta camperizada).
En este último mes en Wellington hemos estado más controlados en nuestros gastos, así que hemos hecho menos cosas; hay que ahorrar, que ahora vienen curvas, así que -con la salvedad de nuestra escapada a Sydney– esta última etapa no ha sido tan intensa como el primer mes, hemos sido más caseros.
Pero bueno, hay que decir también que en este tiempo ya hemos conocido prácticamente casi todo lo que hay por conocer en la ciudad, así que ya puedo hacer -más o menos- este pequeño resumen de Wellington.
Aparte de lo que ya conté en mi primera entrada de Wellington acerca del Waterfront, Lyall Bay, Jardín Botánico, Te Papa… hemos completado la visita a sitios que nos quedaban pendientes como los Weta Studios, la factoría de la que salen las creaciones de Peter Jackson. Aunque la verdad es que los estudios me dejaron un poco indiferente, esperaba algo más. Lo que te enseñan, más que los estudios, es un pequeño museo y una recopilación de artefactos, figuras y material utilizado en las películas, así como los talleres donde se fabrican.
También hemos visto otros sitios como Scorching Bay (una de las playas más bonitas de Wellington, si no la que más), hemos recorrido algún parque como la Polhill Reserve, con buenas rutas para caminar en las -no tan- afueras de la ciudad, o visto un partido de fútbol de los Wellington Phoenix en el Westpac Stadium, el polivalente estadio de la ciudad. También me encantó asistir y participar en una marae en la ciudad o ir a ver una película a los cines Embassy, donde se hacen las premiers mundiales del Señor de los Anillos, la verdad es que ese cine merece la pena una visita, hasta los baños son de lujo.
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Wellington tiene muchos cafés, mucha gente que viste como quiere sin que a nadie parezca importarle, gente que va descalza por la calle, o con el pelo de colores, o disfrazada haciendo la compra; multitud de músicos en las esquinas, pequeñas actuaciones itinerantes, bares con encanto, música en directo y muchas librerías de segunda mano, algunas de ellas realmente espectaculares y con unos precios increíbles.
Una de las cosas que me llama la atención de esta pequeña capital (entiendo que extensible a toda Nueva Zelanda) es la honestidad de la gente. Si pierdes el móvil (Carol) o se te cae un billete de 20 dólares por la calle (Carol) no te preocupes, la gente te lo devolverá. En el mercado de los domingos, los montones de fruta y verdura están apilados en el centro y tú vas cogiendo lo que te interesa y voluntariosamente te acercas a pagarlo a quien corresponda junto a un camión aparcado; pero bien podrías llevártelos sin pagar.
A mí todos esos detalles, como que la gente no engañe y no espere ser engañada, me parecen un indicativo de una sociedad más sana: No hay que ser más listo que los demás, puede funcionar de otra manera, y funciona. Aunque no nos engañemos, también tienen problemas, como todas las sociedades. Buen ejemplo de ello son los casos de malos tratos, machismo y bastantes heridas por cerrar con respecto al pueblo Maorí, aunque se intenta trabajar en ello.
Otra cosa que también me ha hecho gracia de Wellington es, a la hora de salir por la noche, ver cómo los «puertas» de los bares impiden el paso a su local a cualquiera que se tambalee mínimamente (Carol). Hay que ir con pies de plomo a la hora de intentar entrar en los sitios, tener cuidado de no tropezarse, y poner buena cara. O te quedas fuera. Los camareros, si ven que te has pasado de la raya, te sirven vasos de agua en vez de alcohol, y están obligados a hacerlo! Y lo que jamás había visto en ningún otro sitio: a la policía dentro de un bar pidiendo documentación y mandando para casa a la gente que veía un poco perjudicada. Sí, sí, lo que oyes: como vayas mamao la policía te manda a la cama! Sólo falta que te arrope!
En fin, que nos vamos con pena, pero la pena se difumina por todo lo que se nos viene encima. Wellington es una buena ciudad para vivir -quizás con el tiempo se te quede algo pequeña, según para quién-, pero las estrictas leyes inmigratorias del país lo ponen muy complicado, así que nos contentamos con los meses en los que la capital neozelandesa nos ha acogido en su seno como si fuéramos uno más de sus múltiples habitantes venidos de overseas, o lo que es lo mismo: de cualquier rincón del mundo.
Y Wellington nos deja gente. Gente que hemos conocido en este tiempo aquí, gente con la que hemos compartido más o menos cosas y gente que esperemos volvamos a ver, antes o después. Un saludo si me estáis leyendo, a todos aquellos que os llamáis María, Ana, Mateo, Alfonso, Agustín, Mayco, Tania, Javi, Albert, Diogo, Tobi, Judith, Bouba, Jorge, Daniela, Uma, Julián, Franzory, Mary… Nos volveremos a ver, ha sido un placer haber compartido este trocito de antípodas con vosotros.
Con esto concluyo este punto y seguido, mi pequeño resumen de Wellington.
Ahora vamos a por lo que de verdad me motiva: VIAJAR.
Empezaremos el viaje con un buen reto: Si el tiempo lo permite, estaremos durante 3 días haciendo un descenso en canoa a través de 87 kilómetros del río más grande del país en la Whanganui Journey, una de las 9 Great Walks o Grandes Rutas del país. Carol es muy específica: SÓLO SI EL CLIMA LO PERMITE (esperemos que sí). Si no vuelvo a escribir aquí es que se nos ha comido un kiwi salvaje.
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¿Qué está pasando aquí? Carol pierde dinero, Carol rompe el móvil, Carol se tambalea… a ver cuando empiezas a liarla majete, ya perderás toallas jejeje. Ahora viene lo bueno, viaje en estado puro!!
Hombre, yo lo mío no lo cuento, estaría bueno!! Jajaja. Toallas aún ninguna, tú! Un abrazo!
Por cierto, muy guapas las fotos, se nota la nueva cámara.
Parece otro mundo desde España, tan lejos, es como muy remoto escuchar hablar de Nueva Zelanda. Enhorabuena por el blog.
El LoBo BoBo
Y sin embargo luego aquí te mueves como Pedro por su casa, jajaja. Gracias de nuevo y lo mismo digo, muy bueno tu blog!
Taller than Gandalf!