“Con quad, al fin del mundo ”
Santorini, Santorini… Pequeña isla de las Cícladas y posiblemente la que mayor renombre tiene de todas ellas junto a Mykonos.
Hoy me he levantado decidido a daros la chapa con Santorini.
Esta isla, de unos 20 km de longitud y con forma de luna creciente, presenta su geografía actual a raíz de una explosión volcánica sucedida hace unos 3500 años, que dio como resultado la caldera geológica que ahora delimita la isla. Esta explosión al parecer incluso afectó a la civilización minoica Cretense y, para algunos, es la explicación de la misteriosa Atlántida, que la situaban aquí. Todo habladurías, por supuesto, todos sabemos que la Atlántida se encontraba en Huelva…
A lo largo de los años ha sufrido terremotos que han hecho aparecer nuevos islotes en la Caldera, el último de ellos registrado en 1956 y que devastó miles de casas.
Y ya está bien, no? Voy con nosotros…
A primera hora alquilamos un quad, fueron 40€ por dos días, y comenzamos a recorrer la isla a la espeluznante velocidad de 50 km/h.
Iríamos despacio, sí, pero en eso radicaba el secreto, el encanto, lo que hizo que gozáramos tanto la isla. Cómo explicarlo… pues simplemente hay que entender la sensación de pasar horas al sol, sin camiseta, sin casco, con el agradable y cálido aire meciéndonos, explorando los pequeños rincones de la isla, parándonos cuando la foto lo requería y tomando un camino distinto cuando lo dictaban los sentidos; en definitiva, empapándonos de Santorini.
Estuvimos en la costa sur, paramos en la playa Roja a comer algo que compramos previamente en un supermercado (sí, sí, las maravillosas latas de las que ya os he hablado), nos acercamos al extremo sudoccidental de la isla, en el que hay un solitario faro desde el que se contempla la inmensidad de la caldera desde su punto mas meridional, y luego fuimos subiendo poco a poco hacia Fira, la capital.
Fira es bonita, permanece en lo alto de un gran acantilado suspendida sobre la caldera, con una gran hilera de terrazas desde las que hay unas vistas magníficas. Demasiado turistificada? Quizás, pero bonita. Estuvimos en una de esas maravillosas –y caras- terrazas tomando un ouzo y disfrutando de las vistas, después de lo cual compramos unos crepes que nos comimos en los escalones de una plaza. Y volvimos a nuestro querido bólido para poner rumbo a Oia, al norte de la isla, desde donde dicen que se aprecia uno de los anocheceres más bonitos del planeta.
Antes de llegar a Oia nos desviamos a la costa norte y estuvimos recorriendo 2 o 3 de sus playas, muy deshabitadas y con encanto, aunque no tan buenas como la de nuestro camping en Perissa.
Después de pasar alguna hora entre las playas llegamos finalmente a Oia y desde ahí bajamos al pequeño puerto de Ammoudi; merece la pena descender los 300 escalones que lo separan del pueblo y pasar un rato frente a las barcas, observando.
A media tarde subimos a Oia y compramos unas cervezas para irnos a la zona de “ver anocheres”. Encaramados en los tejados de las casas, sentados tranquilamente, esperando pacientes mientras el sol continúa con su inexorable ocaso, vemos pasar los minutos mientras la zona se empieza a abarrotar en un continuo trasiego de gente… definitivamente este sitio es famoso por sus puestas de sol.
Dicha puesta de sol es muy bonita, preciosa. La muchedumbre no, y lo es menos aún cuando, cual garrulismo máximo en avión, la gente se pone a aplaudir como loca al ocultarse el sol… Acaso no lo hace todas las tardes, día tras día?? Acaso no tendría sentido el aplaudir, yo me pregunto, si algún día el astro rey consigue eludir su funesto destino e, imponente, volver a alzarse en el cielo?!?! Qué demonios!?
Regresamos a Perissa Beach tras una hora de viaje en quad atravesando la isla, y salimos a tomar algo una vez más. Entre el rock añejo de los Rolling y otros clásicos nos tomamos las primeras cervezas, luego continuamos en un irlandés con chavalería local de lo más curiosa (siempre nos reiremos de un chaval y su baile tipo, imposible describirlo aquí pero me juego el pie derecho a que opinaríais igual que nosotros) y acabamos de cóckteles en el bar de la noche anterior, junto al dueño y los camareros.
Venga, así a ojo, a qué hora nos acostamos?? Efectivamente, las 4 y pico… se comenzaba a convertir en nuestra hora estándar…
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